Enoturismo
El Ebro y sus marcados meandros configuran uno de los paisajes más bellos de la Rioja. Caprichosas curvas que limitan un territorio dominado por la vid, protagonista sin competencia del paisaje de Cenicero.
Porque si algo llama la atención al viajero que se aproxima a estas tierras es, sin duda, la omnipresencia de los viñedos, milagro de la naturaleza que tiñe el campo con su espectacular mutación de colores marcada al ritmo de las sensaciones.
El vino es el protagonista de la vida de Cenicero. Es algo más que una actividad agraria. Es una forma de vida, una manera de integración del hombre con su entorno, son saberse heredados, es amor a la tierra, es, en definitiva, una forma de cultura.
Cultura que se mueve por y para el vino, culminación en la bodega de los sudores del campo. Bodegas que guardan en su interior los secretos de una perfecta elaboración, el sosiego de una correcta maduración y el espacio para compartir vida y experiencia.
Si algo caracteriza esta ciudad son sin duda sus “calaos”, centenarias cuevas talladas a pico y pala con el exclusivo objetivo de albergar los ansiados mostos en los que fructifica el trabajo de todo el año. Junto a ellos las nuevas bodegas combinan tradición y modernidad para alcanzar los más depurados resultados en unos vinos de fama mundial.
Visitar las bodegas es adentrarse en un mundo de sensaciones y conocimientos. Es aprender sobre el vino y mundo. Es conocer la vida y el trabajo de las manos artesanas que hacen posible este pequeño milagro anual.
Vino y arte que se combinan para ofrecer al visitante un espacio único y una experiencia inolvidable. Un lugar del que no se debe prescindir.